entre una elegante plática de alaridos salados
pisó el cigarrillo y se puso el sombrero, ofendido
con su sobretodo pardo en el hombro, se levantó
rechinó la vieja silla y todos lo miraron.
desenvainó su facón de lágrimas al cielo
y con un grito de desprecio a su nombre
encarnó en uno toda su furia iracunda.
de las heridas salían sus últimos vestigios de risa.
dentro del desconcierto de las masas sentadas
el silencio existencial se manifestó en palabras
supercherías a carne viva mutilaban todo lo cercano
y el hombre de sombrero y tapado pardo se arrepintió
en la mesa llena de amigos sólo quedó
abrió la puerta y cerró despacio al salir
yo se que volverá, pero los nuevos partícipes
son mas jóvenes y fuertes, no podrá contra ellos.
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